Época: Hispania Alto Imperio
Inicio: Año 29 A. C.
Fin: Año 268

Antecedente:
La urbanización



Comentario

El programa monumental básico también incluye otra serie de construcciones relacionadas con el ocio o con la higiene; los espectáculos públicos, cuya crueldad en algunos casos reflejan en cierta medida las propias relaciones sociales, nos han legado en los centros urbanos de mayor relevancia los correspondientes teatros, anfiteatros y circos; en su mayoría su construcción se ubica en lugares de pendiente adecuada, lo que, al mismo tiempo que colabora con la consistencia que ofrece su construcción mediante opus caementicium, facilita la acústica.
En todos estos monumentos, pero especialmente en los teatros conservados en Malaca, Acinipo, Italica, Emerita, Saguntum y Tarraco, se proyectan los valores presentes en el ordenamiento social de las ciudades hispanorromanas; la distribución de los asientos de las diversas partes del graderío (cavea) se realiza en función de criterios sociales, que Estrabón documenta para el caso de Gades, donde existían 14 gradas reservadas a los caballeros, lo que debe de relacionarse con el carácter que asume su construcción, debida a las liberalidades públicas o privadas constatable en la orchestra de Italica, en cuyo pavimento compuesto de grandes losas de mármol se identifica al evergeta. Dada su importancia en la vida colectiva de las ciudades hispanorromanas, la parte posterior del escenario (scaenae frons) se monumentaliza y se decora mediante diversos elementos entre los que destacan los conjuntos escultóricos que, representando a diversas divinidades y a miembros de la familia imperial, se han descubierto en Tarraco, Emerita Augusta o Italica.

La complejidad que revisten algunas de estas construcciones puede observarse especialmente en los anfiteatros como el de Italica y el de Tarraco, donde la utilización del opus caementicium, mezcla de arena, cantos, cal y agua, permite una sólida solución a los complejos problemas derivados de su volumen. Las innovaciones técnicas que se introducen en el urbanismo de las ciudades hispanorromanas se aprecian asimismo en la infraestructura que permite el abastecimiento de agua a las ciudades, observable concretamente en los acueductos de Emerita y de Segovia, pero también en la utilización de la cúpula como cubierta de grandes conjuntos termales, como ocurre en el siglo II d.C. con las termas de Conimbriga.

Las transformaciones urbanísticas afectan también al ámbito doméstico de las ciudades, donde se aprecia la proyección de la casa romana de atrio central que ordena un conjunto de habitaciones con diversas funciones, entre las que se encuentran la sala de recepciones (tablinum), el comedor (triclinium) y los diferentes dormitorios (cubicula). Pese a esta concepción urbanística común, las diferencias sociales existentes en el interior de la comunidad ciudadana se aprecian tanto en la complejidad como en la riqueza decorativa que asumen las viviendas (domus); la simple comparación de las llamadas Casa del Anfiteatro o Casa del Mitreo en Emerita y la Casa de la Exedra en Italica con un conjunto de menor importancia observable en diversas excavaciones realizadas en Barcino, Ilici o en Celsa (Velilla del Ebro), nos delatan las diferencias sociales existentes entre sus propietarios, pertenecientes en el primer caso a la elite provincial compuesta por familias de caballeros y senadores, y simples ciudadanos en las de menor relevancia, que, como anota Vitrubio, podían incluso ellos mismos construirse sus propias viviendas.

Dada la jerarquía existente en el ordenamiento urbano provincial, los condicionantes sociales peculiares en cada ciudad y el intervencionismo imperial, el panorama urbanístico de las ciudades hispanorromanas, pese a estar influenciado por principios básicos comunes, se caracteriza por su profunda heterogeneidad. La simple comparación de la nova urbs de Italica, creada por Adriano y yuxtapuesta al antiguo municipio, a la que se le dota de edificios de la relevancia del Traianeum en memoria de Trajano, de las termas conocidas como Baños de la Reina Mora, del anfiteatro y de una infraestructura en la que destacan su trazado ortogonal de sus amplias calles y su correspondiente red de cloacas, contrasta con la proyección que poseen los mismos principios urbanísticos en centros de menor importancia como Arcobrigo (Monreal de Ariza) en el valle del Jalón, donde la construcción de la basílica, a imitación de la que se realiza en época augústea en Tarraco, se realiza mediante la simplificación de planta y el correspondiente empobrecimiento de materiales.

Semejantes contrastes pueden apreciarse con mayor nitidez en el Noroeste peninsular, donde la difusión del urbanismo romano está condicionado por su tardía anexión y por la propia realidad protourbana de la cultura castreña; semejantes condicionantes han generado incluso posiciones historiográficas negativas sobre la urbanización en la zona, que tendría su correlato en los bajos niveles de municipalización. Tal visión comienza a ser matizada mediante las investigaciones arqueológicas en el sentido de que la presencia romana, vinculada a las exigencias del control militar y a la explotación de los recursos agrarios y especialmente mineros de la zona, genera un proceso de urbanización vinculado a los campamentos militares (castra), a la red viaria (mansiones) y a la creación de centros de mercado (fora).

En ellos se proyectan los elementos esenciales del urbanismo romano como el ordenamiento ortogonal, observables en la planta de los establecimientos militares de la Legio VII Gemina en León y en Aquis Querquennis (Orense), o en determinados programas monumentales como las termas de Gijón o los diversos amurallamientos. En líneas generales, la transformación urbanística se desarrolla a partir de la municipalización flavia, época en la que se produce también una inflexión en el tradicional hábitat de los castros, y posee menor extensión e intensidad que en el resto del territorio peninsular.